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Chef Roberto de la Fuente: Creador de restaurante Clio´s

Roberto de la Fuente, junto a su hermana Olivia, es uno de los mayores referentes de la gastronomía guatemalteca crearon restaurante Clio´s.

Chef Roberto de la Fuente

Estudió finanzas y negocios en Estados Unidos, donde se desempeñó durante algunos años en empresas corporativas. Luego estudia artes culinarias (hotelería y cocina) también en Estados Unidos y un MBA en Guatemala en la Universidad Francisco Marroquín. Trabajó durante varios años en diversos lugares y luego decide volver a Guatemala.

En el año 2008, junto a su hermana Olivia, abrieron restaurante Clio’s en Plaza Fontabella, bajo el concepto de un bistro francés. Posteriormente trasladan el restaurante a otro lugar y junto a ello, evoluciona el concepto a algo más innovador, creativo y de inspiración local. Posteriormente surge La Tiendita de Clio’s, donde empezaron a comercializar productos artesanales de productores locales, naturales, saludables y orgánicos, generando impacto positivo a las familias de los productores y resaltando el valor de nuestros ingredientes y la riqueza de Guatemala. Hoy en día, Clio’s ya cuenta con un restaurante en Huatulco, México y además ofrecen servicios de catering.

El nombre de Clio’s está inspirado en una diosa griega – la diosa de la “Historia”, y la filosofía es que detrás de cada platillo, hay una historia que contar.

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Restaurante Clio´s


Clio’s Food Craft se origina con la premisa de que cada individuo disfrute de manera exclusiva nuestras creaciones para narrar su propia historia. La comida representa nuestra forma de expresión artística, desde la elección de los ingredientes hasta las técnicas y saberes culinarios.

Nuestra principal fuente de inspiración proviene de nuestras propias vivencias en el mundo de la gastronomía desde el año 2008. Anhelamos compartir nuestra propia trayectoria y permitir que nuestros clientes se conviertan en parte integral de nuestro viaje culinario.

Restaurante Clio´s

Experiencia de un comensal en restaurante Clio´s


Un Rincón Gastronómico en Medio del Día de la Madre

El día de la madre en la ciudad es sinónimo de restaurantes llenos y escenas cómicas que se despliegan por doquier. Los establecimientos, especialmente aquellos especializados en carne asada, alcanzan su máxima capacidad, ya que parece que a las madres les encanta la carne roja, al menos eso es lo que creen sus hijos. La curiosidad radica en que, a pesar de esta preferencia inicial, es común que las madres terminen optando por platos de pollo.

En prácticamente todos los restaurantes, es evidente cómo los comensales comparten notables rasgos físicos con las matriarcas homenajeadas. Los más pequeños y los ancianos son presencia constante en estas celebraciones, lo que genera un caos en el estacionamiento.

Tras recorrer la animada zona 10, finalmente se encuentra un lugar lo suficientemente interesante para almorzar. Los compromisos del Día de la Madre ya habían sido cumplidos en vísperas, lo que permitía explorar lugares más allá de los restaurantes de carne asada. Así se llega a Clio’s, un lugar de dimensiones compactas con una historia interesante que contar.

Clio, como se sabe, es la musa de la historia y las epopeyas, y este lugar lleva su nombre. La decoración transporta a la Europa occidental de la primera mitad del siglo XX, exhibiendo un toque de elegancia un tanto suntuosa, pero de indudable buen gusto. A pesar de no contar con referencias históricas específicas relacionadas con Clío, esto pasa a segundo plano ante la experiencia que ofrece el lugar.

La ubicación elegida es perfecta: una mesa con vista directa a la cocina. Desde allí, se puede observar a los meseros recogiendo platos, al chef y su equipo dando los últimos retoques a sus creaciones y, ocasionalmente, se pueden presenciar pequeños momentos indiscretos que generalmente permanecen ocultos a los ojos de los comensales.

El menú, presentado en un cuaderno de cuero, se encuentra en francés con explicaciones en español. Ofrece un equilibrio entre platos de carne roja, como el lomito y el cordero, y opciones de pescado. Como cortesía, se sirve pan en cuatro estilos diferentes para elegir, acompañado de una exquisita mantequilla con toques de albahaca fresca.

La elección inicial recae en un paté de hígado de pollo y un pargo ahumado. Mientras se espera, se puede disfrutar del ambiente, con lámparas que evocan a los años dorados y paredes revestidas de guata. El ir y venir constante de los meseros refleja la alta exigencia de una clientela sofisticada. En medio de este trajín, la hostess se acerca a la cocina para transmitir una peculiar solicitud de uno de los comensales: “De la mesa tal, quieren hablar contigo… dicen que tienen una recomendación para ti”. La intriga se apodera del lugar ante la misteriosa sugerencia que bien podría provenir de un joven patinador.

Finalmente, llega el pargo ahumado. Una presentación impecable, con tres lonjas de pescado, aún con piel, atravesadas por filamentos dorados cuya procedencia es un enigma. Descansan sobre un puré de papas y hojas de espinaca tierna, enmarcados por rodajas extremadamente finas de remolacha asada. El sabor es dominado por una “vinagreta de horseradish”, similar al wasabi, que acompaña al plato. Aunque esta vinagreta realza la experiencia, en ocasiones parece opacar el aroma del pescado.

El aroma del pargo es excepcional, y las lonjas están cocidas a la perfección. Sin embargo, la ausencia de otros ingredientes que potencien este aroma permite que la vinagreta de wasabi tome el protagonismo en exceso. A pesar de este pequeño detalle, el plato es visualmente atractivo y una experiencia culinaria de gran calidad.

El paté de hígado de pollo, aunque no alcanza la excelencia de otros, cumple con las expectativas. Acompañado de una pequeña porción de salsa de saúco, mostaza dijon y un sutil toque de pepinillo, resulta un plato agradable y entretenido.

Para el postre, se elige un gateaux relleno de mousse de chocolate y merengue de avellanas. Aunque la raíz de la palabra “gateaux” sugiere “pastel”, su sabor y presentación resultan una delicia. Con diferentes capas de densidad y textura, este pastel de chocolate se complementa con frambuesas y láminas de fresa, ofreciendo un cierre perfecto para la comida. Un té de verbena y hierbas suizas, servido en una jarrilla francesa para café, culmina la experiencia con una combinación de sabores excepcional

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